Hace ya siglos el desdichado Segismundo se hacía la misma pregunta que hoy nos hacen los habitantes del norte y este de Siria: “qué delito cometí contra vosotros naciendo”.

Más que una pregunta es un grito, el que nos lanza esa mujer que huyendo de las bombas nos interpela: “Salimos corriendo de nuestras casas, estaban bombardeándonos. Llegamos a la ciudad de Ayn Isa, allí los bombardeos continuaban desde los aviones. Pero nosotros, ¿qué hemos hecho? ¿A dónde vamos a ir?”.

Si dejamos de lado todas las capas de actores secundarios que participan en este drama podemos ver con claridad el núcleo de los protagonistas:

La coalición que forman Trump y Erdogan. Jefes de los dos mayores ejércitos de la OTAN.

Asad, presidente de Siria, mantenido en el poder por Putin, cuando podría haber sido depuesto en el levantamiento masivo contra el régimen sirio en 2011.

Y la heroína del drama, ahora víctima, la población de Rojava, donde viven alrededor de cinco millones de personas, muchas de ellas desplazadas de otros lugares de Siria por la guerra. Ahora nuevamente huyendo pues eran ya 275.000 las personas las que han abandonado sus casas desde el inicio de los bombardeos.

Trump comunicó el día 6 de octubre que retiraba sus tropas del norte de Siria. Malo es que los ejércitos imperialistas provoquen y/o participen en guerras en terceros países, pero una salida de las mismas sin considerar las consecuencias puede ser igualmente catastrófica.

EEUU tenía desde 2014 una alianza militar con las fuerzas armadas de Rojava (SDF), para luchar contra el Estado Islámico. Trump rompe ahora esta alianza para dejar vía libre a la invasión del ejército turco y, de paso, a miles de miembros del ISIS que escapan de los campos aprovechando los bombardeos en sus proximidades. El riesgo de resurrección del Estado Islámico está servido.

Erdogan, presidente de Turquía, dio la orden de invadir Rojava el 9 de octubre. En tres días no se improvisa una intervención de esta envergadura. No cabe duda de que, la retirada de EEUU y la invasión del ejército turco, formaban parte de un pacto entre los presidentes de los dos países. Erdogan tiene sus propios objetivos en la zona, mientras los de Trump miran a las próximas elecciones presidenciales en EEUU.

Erdogan justifica la invasión en el combate al terrorismo. No cabe mayor cinismo cuando han sido precisamente las fuerzas armadas de Rojava (SDF) las que han derrotado al Estado Islámico.

El único hilo al que se agarra Erdogan, para acusar a la Administración de Rojava de estar vinculada al terrorismo, es su afinidad ideológica con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Y lo hace a pesar de que Abdullah Öcalan, líder del PKK encarcelado en Turquía, pidió públicamente en 2015 la renuncia a la lucha armada y ha ido desarrollando desde 2005 el concepto de Confederalismo Democrático, que promueve la constitución de comunidades democráticas, ecológicas, feministas y autoadministradas como base de la sociedad.

Los verdaderos objetivos de Erdogan al ordenar la invasión de Rojava son bien distintos.

A nivel interno, tras perder las elecciones municipales en las ciudades más importantes del país, busca recuperar la mayoría creando un enemigo, el pueblo kurdo, contra el que unificar una mayoría social bajo su mando en Turquía.

Busca también acabar con la Administración de Rojava y el nuevo modelo de sociedad que está construyendo. Erdogan no acepta que al otro lado de su frontera exista una sociedad en la que las mujeres son las protagonistas, las diferentes nacionalidades y religiones conviven en paz en un territorio que sufre una guerra desde hace más de ocho años. No lo acepta por temor a que el modelo traspase la frontera y pueda extenderse en las comunidades kurdas de Turquía.

Asimismo pretende repoblar el norte y este de Sirira con millones de personas sirias no kurdas, refugiadas en Turquía, y realizar así una limpieza étnica que diluya la mayoría de la población kurda en el Kurdistán sirio.

En Rojava en 2012, las fuerzas democráticas tomaron las principales ciudades y comenzaron a crear un sistema de democracia de base, impulsando la participación popular. Un modelo económico cooperativo y ecológico; en el que el papel de las mujeres es reforzado por el co-liderazgo masculino y femenino obligado en todas las instituciones; en el que se garantiza la libertad religiosa, la igualdad entre los grupos étnicos y en las escuelas se estudia el kurdo, el siríaco y el árabe. Las críticas sugieren que la Unión Democrática de Izquierda, partido hegemónico en este proceso, debería abrir más la participación a otros partidos.

El régimen sirio de Asad está en las antípodas del modelo político de Rojava. No obstante, ante la invasión del territorio sirio por el ejército de Turquía, el gobierno sirio y la Administración Autónoma de Rojava han llegado a un compromiso en el terreno militar para proteger las fronteras y la soberanía de Siria. Este acuerdo cuenta con el apoyo de Rusia que quedará como potencia militar hegemónica para dictar el futuro de Siria.

¿Qué ocurrirá con la revolución democrática de Rojava? No tenemos la respuesta, pero todo augura que será la gran sacrificada a los intereses de Erdogan y Asad en los futuros acuerdos en que Putin oficiará de maestro de ceremonias. Pero dejemos una puerta abierta a la esperanza de que la experiencia de confederalismo democrático de Rojava pueda resistir contra todo pronóstico. Si las mujeres y hombres de Rojava lograron crearla y hacerla crecer en las durísimas condiciones en que lo hicieron podemos pensar que pueden ser capaces de hacerla sobrevivir.

Germán García Marroquín, miembro de la plataforma Ongi Etorri Errefuxiatuak