¿Qué llevas, oh negro joven,
Mezclado con tu sangre?
-Llevo señor, el agua
De los mares.- F. García Lorca


He sido invitado a escribir aquí sobre migración y, como miembro de una organización que trabaja por los derechos de las personas desplazadas forzosas, no podía dejar pasar la oportunidad de pediros directamente que toméis partido.


Soy una persona activa en la práctica política en este ámbito y, si no quiero engañaros, como tal os tengo que escribir porque en un artículo de análisis, desde la sociología o la teoría política, tendría muy poco que aportaros.


Soy consciente de que no corren buenos tiempos para el compromiso político en los trabajos, incluida la enseñanza donde se primará la pretendida objetividad sobre el compromiso.


Hace ya tiempo que, para la construcción de un mundo menos horrible, espero más de los poetas que de los políticos. Así que voy a apoyarme en los poetas para que me den pie a pediros lo que os quiero pedir.


Lo primero que os pido es compromiso. Machado nos llama a dejar de ser huecos y a escuchar a ese otro yo con el que hablamos, ese yo que nos pide hacer algo por el género humano.


Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Gabriel Celaya, vasco de Hernani, nos pide sin rodeos tomar partido hasta mancharnos.


nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Ya hemos tocado fondo. Muchos miles de jóvenes, de lo mejor del planeta, ya han tocado el fondo del mar a nuestra puerta en su camino de migración y lo que llamamos nuestra civilización ha tocado fondo atada a sus cuerpos. No es una afirmación exagerada cuando aceptamos y votamos con naturalidad gobiernos que prohíben a los barcos de rescate salvar a los náufragos en el mar cuando deberíamos recibirles con coronas de laurel.


Qué civilización tan dispar ésta a la que nos describe Walt Whitman a mediados del siglo XIX, cuando el gran poeta estadounidense pensaba que el rescate de migrantes sería un valor de todas las épocas –en unos versos que ya he citado en otra ocasión porque me parece que dan la medida del abismo en el que estamos cayendo-.

Comprendo el corazón magnánimo de los héroes.
El valor de la época actual y de todas las épocas.
Comprendo cómo el patrón del barco vio los restos del buque de vapor, sin timón y atestado de gente, y cómo vio a la muerte que los perseguía en medio de la tormenta.
Cómo se sometió, sin retroceder ni una pulgada, y cómo fue fiel de día y de noche,
Y escribió con tiza en una tabla, con grandes letras: No os desalentéis, que no os abandonaremos;
Cómo los siguió y permaneció cerca de ellos tres días, sin abandonarlos,
Cómo, por fin, salvó a todos los náufragos,
Cómo las descarnadas mujeres, vestidas con trajes holgados, pasaron de su tumba ya abierta a los botes,
El aspecto de los niños silenciosos de rostros envejecidos, de los enfermos transportados en brazos y de los hombres barbados de labios apretados:
Todo esto absorbo, todo esto me sabe bien, me agrada, se hace parte de mi ser,
Yo soy un hombre, yo fui quien sufrió, yo estuve allí.

Un hombre, un individuo de la especie humana, que en estas primeras décadas del siglo XXI ha dejado de sentir lo que su especie le reclama porque ya no sufrimos con lo que ocurre ante nuestros ojos, ahora mismo, cada día.
Os pido que defendáis la civilización porque ya hemos pasado el umbral de la barbarie.


Defender la civilización es ser intransigente defendiendo que no puede haber espacios de no derechos, como son ahora las fronteras, los centros de detención de migrantes y los trabajos de las personas sin papeles.


El cuerpo del hombre es sagrado y el cuerpo de la mujer es sagrado.
No importa de quién sea, es sagrado -¿es el del más humilde de la cuadrilla de peones?
¿Es el de uno de los inmigrantes de rostro triste que acaban de desembarcar en el muelle?
Todos tienen su lugar aquí o en cualquier parte, tanto como los ricos, tanto como tú.
Todo cuerpo de hombre o de mujer tiene su lugar en la procesión.

Cada uno de nosotros, tan divino aquí como otro cualquiera.
(Oh, amigo, quienquiera que seas, que llegas acá por fin para empezar, yo siento a través de cada hoja la presión de tu mano, y la devuelvo,
Y así en nuestro viaje, hollando el camino, y más de una vez, y dándonos el brazo el uno al otro, partamos).


Y hay, al menos, una cosa más que escribe Walt Whitman que os pido expliquéis siempre que tengáis ocasión en vuestras clases, informes y asesorías, porque nunca he visto explicar mejor y con menos palabras la necesidad de defender los derechos para todas las personas


-como si me dañara el dar a los otros las mismas oportunidades y derechos de que gozo- como si no fuera indispensable para mis propios derechos el que otros los posean.


No creo que sea demagógico decir que vivimos una crisis de civilización cuya superación dependerá del éxito o fracaso de las luchas de tres movimientos sociales: feminista, ecologista y de los derechos de las personas desplazadas por causas de fuerza mayor.
Los dos primeros son ya una realidad con una amplia base social y mundial, a ver si todas y todos podemos dar un paso para que el tercero pueda abrirse camino frente al racismo, la xenofobia y el fascismo. Contamos contigo.

Germán García Marroquín
Licenciado en Sociología en 1979 -cuando todavía a la Academia se le llamaba Universidad- y militante de Ongi Etorri Errefuxiatuak desde su inicio en 2016.
Publicado en la revista de Euskal Soziologia eta Zientzia Politikoaren Elkartea. Enero 2020.