Antes del segundo confinamiento que sufrimos en Grecia, cada día podíamos ver, a lo largo de la costa que va desde la nueva prisión de Kara Tepe -para nosotras, Moria 2.0- hasta Mitylene, a gente pescando. Incluso en el puerto de la ciudad, entre las barcas y buques militares ahí atracados.

Podríamos pensar en el placer de un atardecer pescando, mientras nuestra mente se relaja con la quietud de esta actividad y el paisaje que nos rodea. En nuestra cotidianeidad, la actividad de la pesca, salvo que te dediques profesionalmente a ella, es algo relajante hecho con el placer de la soledad o en grupo.

Pero no es ésta la realidad de estas personas. Más bien podemos decir que es todo lo contrario. Esta pesca está movida por la necesidad y por el abandono. Quienes la ejercitan malviven en campos como Moria 2.0., y antes en Moria. Personas que se ven abocadas, desde que llegaron huyendo, a tener veinticuatro horas cada día para no hacer nada más que desesperantes colas (para coger agua, la comida, ir a los servicios, para que le dejen ir al hospital…) o para pegarse con la burocracia griega que les retiene en esta isla-cárcel que es Lesbos. Gente que, además, recibe de la administración una deficiente alimentación; en ocasiones, incluso en malas condiciones.

Toda esta gente que podíamos ver pescando lo hacía para conseguir proteínas frescas (admitiendo el riesgo de comer algo pescado en las aguas no limpias de un puerto como el de Mitylene)… además de tener con ello una actividad que les ocupara horas y les distrajera de su terrible situación.

Aunque se pueda pensar que no estamos en un momento de máxima emergencia en las islas, como hace varios años, debemos seguir trabajando para proporcionar a toda esta gente también una nutrición mínima adecuada a sus necesidades. Y para evitar que se vuelvan a producir acontecimientos ya acaecidos, como cuando falleció un bebé por deshidratación, por ejemplo; o como el hecho de que lleguen a los equipos médicos casos de menores con hipoglucemia, o con diabetes, seguramente por la comida que reciben del campo: una comida industrial que está lejos de nutrirles y asegurarles una dieta sana. Y al igual que hacemos en otras áreas de colaboración, en ésta también hay gente implicada en cubrir su alimentación. Algo complicado y costoso, ya que comer es algo necesario cada día; y con diferencias según sea una mujer embarazada, un pequeño en crecimiento, un adolescente con mucha actividad, una persona ya mayor con diversos problemas, o una persona enferma. Por ello, no sólo darles buena comida ya cocinada, sino intentar proveerles de los medios y productos con los que puedan cocinar los platos de su propia cultura gastronómica.

La pesca que realizaban nuestras compañeras no solamente era un acto de evasión de esta prisión en la que no pueden hacer nada, sino que, además, era un acto de supervivencia. Ahora, con el confinamiento, prácticamente su única posibilidad es pedirnos a quienes estamos dándoles comida cocinada, productos frescos o secos -como podemos y contra quien sea- que les demos también sardinas y atún… aunque son productos más caros y el dinero escasea!

¡Ojalá que, con el apoyo de todas, podamos darles esa nutrición necesaria! Y que si vuelven a pescar, sea un acto recreativo que no les conlleve riesgos para su salud

SC Nátzab, Mytilini, Lesbos, 2020/12/06