El año 2021, hasta el 21 de diciembre, la Organización Internacional para las Migraciones ha contabilizado 1.692 muertes y desapariciones. Organizaciones humanitarias centradas en este tema dan unos números notablemente superiores. Todos los días en los mares que rodean Europa se producen rescates de personas migrantes a punto de naufragar y morir ahogadas.

En el Mediterráneo y en el Atlántico los servicios estatales de las dos riveras cumplen sus pactos y tratan de impedir la migración. La agencia Frontex dispone cada día de más medios humanos y técnicos para cumplir esa labor. Estos servicios están más preocupados por devolver migrantes que por socorrerlos si están en peligro.

Es raro encontrar ya noticias sobre el «conflicto migratorio» entre Bielorrusia y Polonia/UE. Acuerdos subterráneos le han puesto sordina. Pero las organizaciones humanitarias siguen hablando de personas refugiadas vagando en medio del frío, el agua y el hambre por los bosques que separan las dos naciones.

Tampoco el reciente asalto a la valla de Melilla ha supuesto como supuso el de Ceuta un toque a rebato de los medios españoles. Con algún pequeño rebrote, las cosas van volviendo a su cauce y la colaboración entre el gobierno progresista y la monarquía marroquí vuelve a coger ritmo de crucero. Lo mismo va ocurriendo con las sucesivas «crisis migratorias».

La UE y sus gobiernos no dejan de proclamar que las personas migrantes son víctimas de los manejos de los regímenes de Bielorrusia, Marruecos, Turquía… que las instrumentalizan para obtener réditos políticos. Unas personas migrantes que en su mayoría (ver la proporción de migrantes que vienen Afganistán, Irak, etc., naciones destruidas por coaliciones occidentales) son producto de las políticas occidentales.

En una Unión Europea en la que viven un total de 447.007.596 personas, ¿qué repercusiones negativas puede tener una «invasión» de no más de 8.000 personas que son las que querían pasar de Bielorrusia? O al Reino Unido, con una población de 67.025.542, ¿qué daño le pueden hacer los pocos miles de personas que están esperando para cruzar el Canal de la Mancha?

Si se tiene en cuenta el volumen de migrantes que están esperando en las fronteras para pasar ilegalmente porque no tienen posibilidades de hacerlo de forma legal y segura, y se compara con los centenares de miles que entran en Europa todos los años de forma segura y legal, habría que hacerse la pregunta de por qué esta excepción tan cruel que, además, va acompañada de un maltrato generalizado cuando al fin pueden pasar y consiguen evitar su, en muchísimos casos ilegal, devolución más o menos inmediata. Estas miles de personas no pueden ser consideradas como una invasión. Resulta ridículo hacerlo.

También hay que preguntarse qué función tienen las leyes que prohíben un poco por toda Europa prestar auxilio humanitario a las personas migrantes y las persecuciones y duros castigos a los que se han enfrentado las personas que en el mar o en las montañas han desafiado las limitaciones legales y han puesto por delante su solidaridad humana.

Nuestros gobernantes saben perfectamente el número de migrantes que llegan y el de quienes quieren llegar, saben que la mayor aspiración de estas personas es trabajar, ganarse la vida decentemente, conseguir un salario para vivir y ayudar a la familia que dejaron en su país de origen. Y, de paso, hacer avanzar nuestro país. Esa es la realidad. Eso es lo que vemos y vivimos diariamente.

Entonces, en vez de facilitar la vida a estas personas, ¿por qué nuestros gobiernos hacen todo lo posible por amargársela? Porqué se difunden más o menos suavizados los bulos sobre el «gran reemplazo», y tonterías similares que no tienen ninguna base real. ¿Porqué el griterío sobre este tema? No hay ningún movimiento real en este sentido. Una de las explicaciones es intentar crear un ambiente de histeria en el que el llamamiento a la unidad nacional contra el invasor les produzca réditos políticos. En esto es especialista la extrema derecha.

Otra es que quieren crear un sector de gente trabajadora vulnerable. Un sector de la población que viva aquí en las mismas condiciones que las de los países del sur. Personas con la vida pendiente de un hilo. Personas sin papeles en absoluta precariedad. Personas que los tienen pero que temen que en cualquier momento no se les renueve el permiso de residencia, o al primer delito, el más insignificante, se les devuelva a su país. Que no tienen otro remedio que trabajar en precario, ser pagadas en negro o con el nivel más bajo del convenio más desastroso. Y meter todas las horas extras no pagadas o malpagadas que les exija el explotador de turno. Solo unas pocas de las situaciones más tremendas van a la prensa o los tribunales.

A la vez, hay quienes en vez de pedir que se legalicen a todas esas personas y que funcione a tope una inspección de trabajo que tenga los medios suficientes, se dedican a propagar mentiras sobre que nos quitan los puestos de trabajo o hacen que bajen los salarios. Y ese discurso, el de la extrema derecha, es asumido en buena parte por todos los gobiernos de la UE, incluido el nuestro.

El asunto es humano, es político y es social. Y mientras se mantengan las políticas actuales en los terrenos laborales y sociales, las que afectan a toda la gente trabajadora y a las clases populares, la cosa no va a cambiar. Es preciso que la gente «de abajo» sacuda, como se dice ahora, el tablero político. Que los movimientos sociales que defienden los derechos de las personas migrantes, manteniendo cada uno su autonomía, sean capaces de llegar a acuerdos con las fuerzas sindicales que defienden los intereses de la gente trabajadora, y en particular con las fuerzas sindicales que han movilizado y movilizan para lograrlo. Por hablar claro, me estoy refiriendo a la mayoría sindical vasca. Esas fuerzas sindicales tienen por delante la tarea de, cada día más, preocuparse por la situación de las personas migrantes. Porque, además, hay que participar en la batalla de ideas que se da y se va a seguir dando tanto dentro de la migración como fuera de ella sobre el cómo y el con quién construir el país. Y qué país. El tema migratorio no afecta solo a las personas migrantes. Afecta al conjunto de la clase trabajadora y de la sociedad. Afecta al porvenir político y social de Euskal Herria (y, por ende, del conjunto del Estado español y más allá).

Autoría: Alberto Nadal. Ongi Etorri Errefuxiatuak

Publicado en Gara 30.12.2021