Cinco y media de la mañana: Llegamos al local de Ongi Etorri Errefuxiatuak en el casco viejo bilbaíno, arrastrando nuestras pesadas mochilas y maletas por la acera fría y lluviosa. Los únicos seres vivos y despiertos a esa hora son el público y trabajadores explotados del festival bbk live. Podrían confundirnos: también tienen el pelo blanco de las viejas rockeras que nunca mueren, y las caras desveladas. Ellos dan por finalizada la noche, nosotras inauguramos el día. Ellos tienen todavía en los oídos la música de Grace Jones y del Columpio Asesino, nosotras estamos preparadas para cantar a pleno pulmones “Bella ciao” y “Avanti Populo”.

Kris nos reparte sigilosamente el material preparado: megafonía, banderas, camisetas, cables, todo embutido en varios carritos que iremos empujando a lo largo del recorrido. Al subir al bus delante de la iglesia de San Nicolás y después en la parada de Donosti, saludamos a las compañeras nuevas y a las de otros años. Nada más sentarme me doy cuenta de que no he traído un objeto importante: la gorra. En la caravana anterior me paso lo mismo pero tuve suerte y el primer día encontré una visera olvidada por una compañera de la CNT y me pasé los 10 días de transfuga sindical. De momento, la lluvia incesante y el día gris que intenta tímidamente levantarse en Bilbao no apremian mucho…
Me llevo en el bus las caras de Bilal y Ahmed, que conocimos ayer en Irala con Leti. Vamos a irnos acercando poco a poco: Primero viene el rumor: hay jóvenes migrantes que duermen en una lonja vacía de una calle de Irala y ha habido un robo. Luego, en redes, una noticia escueta: «la ertzaina ha entrado en una de las lonjas vacías de la calle …… para desalojar (…)».

Desde el grupo de OEE, decidimos acercarnos. A 100 metros, cualquiera que pase por esta calle puede ver una toalla colgando de una roñosa ventana en una lonja cerrada a cal y canto. Nos acercamos Leti y yo: todo parece cerrado ¿Quienes vivirán allí? ¿Por donde entrarán? A 50 metros, vemos dos jóvenes magrebíes con chándal y chancletas que se acercan a la fuente de la plaza para lavarse la cara. Les miramos de forma disimulada (o eso pensamos) y decidimos abordarles.

A 10 centímetros, o sea, frente a frente, dos chavales de 22 y 25 años, tímidos y sonrientes, que nos explican que tienen cita en el smuss dentro de dos meses (para tarjeta de comedor y alguna noche, tal vez, insh allah en el albergue) pero que mientras viven en esa lonja. A esa altura del relato ya tiene nombres: Ahmed y Bilal. Nos invitan a visitar el sitio.
In situ, después de levantar una pesada persiana y franquear un alud de basura acumulada hace años con un hedor insoportable, subimos y nos encontramos con un espacio amplio con 12 camas hechas y limpias, telas en la pared para personalizar cada rincón, un fuego diminuto de gas para calentar alimentos y unos cuantos peluches encima de un pequeño armario.
Y además de Ahmed y Bilal conocemos a Mohamed, Lahcen y Fuad. ¿Qué es lo que preocupa a los vecinos y la policía municipal? ¿El riesgo para la salud pública que representa ese montón de basura podrida dentro de una lonja derruida? ¿Que la «saturación» del Servicio Municipal de Urgencias Sociales provoque que chavales jóvenes tengan que vivir allí? ¿O salir en los medios asimilando como siempre inseguridad y delincuencia?.

Son las 6 de la mañana. Ya ha arrancado el bus. Hoy vamos a recorrer los primeros 800 km, hasta Martigues. Dejamos que las compañeras descansen un poco y después de la primera parada nos empezamos a presentar, expresamos nuestros miedos y expectativas, nos acordamos de los momentos fuertes de otras caravanas, compartimos trucos útiles.
¿Cómo convertir los ronquidos ajenos en música celestial? ¿Cómo soportar olores corporales propios y ajenos? Se trata de deconstruir la identidad femenina que nos han inculcado, nos explica Bego, caravanista veterana de Gasteiz.
Seguimos dirección a Marsella, por la ventana del bus vemos la amplia bahía de Martigues y el puerto. Llegamos al polideportivo de Port Bouc, donde nos esperan las compas de los otros dos autobuses que han salido de Valencia y de Madrid.
En la entrada, vemos un grupo de chicas jóvenes de Valencia tomando la fresca en sus colchonetas, aires juveniles. ¡¡Hay relevo!! También hay un acordeón esperando manos expertas para el gozo de esa primera noche estrellada. Dejamos los colchones en el polideportivo y volvemos a abordar el bus para llegar a la Maison de l ́Hospitalité de Martigues donde nos espera el olor de los melones franceses anaranjados y una abundante cena. Esta casa de la cultura y la juventud ha elegido su nombre: “le Ralumeur des étoiles” (el alumbrador de las estrellas) de una canción del grupo comprometido “HK et les Saltimbanques”, mi grupo favorito. Cuentan con unas cincuenta personas voluntarias, parte
de las cuales están ahora mismo afanadas preparando y sirviéndonos una cena de pasta, verdura y estas deliciosas salchichas asadas típicas del sur de Francia (están reservadas para la gente que haya elegido la opción glutino-glutona-carnívora).
La casa esta adornada con muchas fotos que ilustran todos los proyectos que van surgiendo. Entre ellos, la acogida a personas migrantes y asesoría legal para preparar sus dossieres de regularización. Antes de que el vino blanco nos deje totalmente aniquiladas, nos explican sus proyectos y pasan la palabra a varias personas que nos cuentan sus experiencias migratorias. Mansur pide alguien que le pueda traducir del farsi y se acerca nuestra compañera Safura que viene en el bus de Madrid, de origen afgana. Nos comentan la situación de Afganistán, principalmente las restricciones hacia las mujeres. Fatu, de origen senegalés, nos comenta los problemas que esta teniendo para conseguir papeles. Pasan la palabra a Ali, nos explica la dictadura que están sufriendo en Sudán. Habla en árabe clásico, que seguido le traduce al
francés un compañero argelino, y después lo retraduzco al castellano. ¿Quedara algo del discurso original? Sí, quedan el tono, la mirada, las emociones, que ninguna traducción-traición puede alterar.

Todas agradecen la labor de los compañeros de “La maimonismo de l ́hospitalité”, nuestra presencia y nos desean buen viaje. Los compañeros y compañeras nos comparten también su preocupación por el futuro: después de muchos años de alcaldía comunista, han perdido y ha ganado el candidato de la Resistencia Nacional. La extrema derecha se extiende cada vez más en la “côte d ́azur”, entre Marseilla y Perpignan. Las caras de nuestros anfitriones reflejan la preocupación, pero también la experiencia de muchas luchas ganadas y perdidas. ¡Resistiremos! Al darme la vuelta después de traducir, me doy cuenta de que ha desaparecido mi plato de plástico que había dejado en una esquina de la mesa. Lanzo en las mesas vecinas una mirada circular acusadora. ¿Cómo voy a comer en los siguientes 11 días? Es azul chillón y redondo, revisar vuestras mochilas por favor, antes de que lo tenga que hacer yo. Las emociones compartidas no nos pueden alejar de lo esencial. ¿A quién toca recoger y fregar? En nuestro bus, el del norte, nos hemos dividido en varios colores. Hoy toca trabajar a los amarillos. ¡Socorro, es mi color ! Simulo que sigo traduciendo un poco para escaquearme de guardar el montón de sillas y mesas.

Nos recogemos pronto que Jon, nuestro amigable compañero chófer, lleva conduciendo desde las 6 de la mañana y no puede estar al volante ni un minuto más. Al llegar al polideportivo descubrimos el artefacto nuevos de este año. Ana ha traído un diminuto ventilador portátil que se carga con puerto USB. Seguro que en la próxima caravana lo tendremos todas. Analizamos el grosor de las colchonetas, lo poco o mucho que abultan, la facilidad para plegarlas y guardarlas…
Me tiendo en la mía y me duermo con el agradable ruido de otras cien caravanistas charlando. Seguramente ostento el récord en horas de sueño, ya que para cuando me despierto la mayoría de las colchonetas y sacos están doblados, y los compañeros franceses han llegado con termos enormes de café, suculentas brioches con mantequilla, queso y mermelada de fresa.