Germán García Marroquín

Joven migrado,
que llegaste a Bilbao desde África;
tus razones tendrías.
Estás ahora en mi ciudad,
que ya es de los dos, tuya y mía.

El alcalde, que ejerce de alcaide, quiere que te vayas,
sus guardias te levantan de madrugada,
cuando suenan las siete en los campanarios.
Sus camiones se llevan tus mantas,
y tu colchón.

No quieren que estés aquí
cuando los montes de Triano escondan el sol mañana.
Yo sí quiero que te quedes, hermano.
Si tú quieres.

Bilbao antes era sucio, dicen.
Las nuevas barandillas de acero brillan
pero no lavan la sucia imagen de unos guardias
encargados del desalojo
bajo un puente de Bilbao.
Cada sábado.

De niño, cuatro veces al día
recorría la ría en el ir y venir al colegio.
Nunca vi esta suciedad de ahora
que hubiera manchado mi infancia por dentro,
que marchita y entristece al adulto que soy.

Quisiera tener un lugar limpio
que ofrecer al joven migrado
que camina con su atillo
buscando un sitio donde tumbarse esta noche.

Nunca me pareció tan sucio Bilbao como ahora,
tan mancillada su alma.

16-03-2021