Desde hace algún tiempo teníamos programada esta pequeña Caravana por la ruta migratoria balcánica, pero no pensábamos cruzar Bosnia en un período tan dramático. Por segunda vez, la guerra a las puertas, en el corazón de Europa. A treinta años del inicio del sitio de Sarajevo (5 de abril de 1992), tras el genocidio de Srebrenica de 1995. Hechos que hoy son recordados por comentaristas con las terribles imágenes provenientes de Bucha y Mariupol.

De Tirana a Trieste, del 9 al 17 de abril, en las rutas de una larga guerra silenciosa que paga un precio muy alto de muerte, privación y violencia para los pueblos que huyen de guerras silenciosas.

Viajamos un grupo de personas de Carovane Migranti, Ongi Etorri Errefuxiatuak-Caravana Abriendo Fronteras y asociaciones solidarias balcánicas. Establecer relaciones, crear amistades, construir una respuesta colectiva a los estragos que se consuman todos los días en este rincón de la geografía europea, donde miles de otras personas refugiadas nos piden que respondamos con extraordinaria inteligencia y pasión civil.

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Hoy en Tirana y Shkodër los primeros encuentros en la ruta hacia el norte.

Mirela Arqimandriti, activista de derechos humanos del Centro de Alianza de Género para el Desarrollo (GADC) nos hizo retroceder en el tiempo contándonos la condición de las mujeres albanesas y migrantes en las fábricas textiles de las grandes marcas italianas deslocalizadas. En unos segundos parecíamos estar volviendo a los relatos de las jóvenes empleadas en las maquilas, las fábricas procesadoras en la frontera México-Estados Unidos, de Ciudad Juárez; violencia, feminicidio, derechos sindicales negados y un salario mensual de 250 euros por seis días de trabajo en una semana, con suerte, de 48 horas. Estas son las situaciones que atraen a las mujeres pobres a la ciudad, solas o con hijos, con la perspectiva, lo antes posible, de salir del campo de alguna manera.

En Shkodër, en las cercanías de la frontera con Montenegro, nos encontramos con Denada Shpuza, Anna y Yasmine (que cocina muy bien en el restaurante que gestiona la asociación) del Wimen Center Light Steps, Mujeres de paso ligero. Un trabajo extraordinario de fortalecimiento de las perspectivas de emancipación de cientos de mujeres dispersas en al menos cinco municipios rurales de la provincia. Aquí, también, el patriarcado y la violencia determinan el alejamiento de las mujeres de la vida social. El precioso trabajo de esta asociación crea situaciones que se desarrollan sobre todo con un método de participación que forma y autonomiza figuras locales de mujeres líderes que a su vez crean conciencia y liberación para otras mujeres. Mañana entraremos en Montenegro y de allí a Pljevlja, una de las puertas de entrada de inmigrantes en Bosnia.

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En Podgorica (Montenegro) en la extraordinaria redacción del semanario independiente  Monitor, una voz imparable antes y durante la guerra de los Balcanes.

Esad Kočan es el director editorial, una vida de denuncia, sin vacilación, contra las guerras, los nacionalismos y la corrupción. Nos deja un breve balance de un compromiso que hoy es más necesario que nunca ante la nueva guerra en Europa. Nos habla de los líderes de los países de la ex Yugoslavia que siguen atizando el fuego del rencor y de los nacionalismos étnicos y religiosos. Tras bambalinas llegan a acuerdos entre ellos y con potentados económicos y criminales para robar una vez más los recursos y esperanzas de sus pueblos. ¿No es esta la lógica que se repite también en este último mes en el corazón de Europa? ¿Ganaremos nuestras batallas o seremos testigos nuevamente de un desastre humano y social?

La respuesta la encontramos sólo en la práctica diaria, mirando a los ojos y dando voz a quien no la tiene. Por la tarde salimos hacia el norte de Montenegro, hacia Pljevlja para encontrarnos con Sabina Talovic, de la asociación Bona Fide. Mujeres que están resistiendo en una situación muy difícil (atacadas, burladas por sus conciudadanos): prestan un apoyo continuo a las personas más débiles, las refugiadas y migrantes  que desde aquí entran al sur de Bosnia para cruzarla y llegar a las fronteras de Europa.

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Otro día en Pljevlja (Montenegro) está a punto de terminar; Sabina Talović viene corriendo, invitándonos a llevar la mayor cantidad de comida posible, guantes, camisetas de abrigo, guantes y gorros, especialmente para las y los niños. No muy lejos, al menos veinte personas afganas  se encuentran reunidas en un pequeño parque con vistas a la carretera principal que conduce a Bosnia. Son familias con menores.

Los transeúntes pasan rápido, alguien toma una foto sin ser molestado dentro de su automóvil. Los y las niñas del grupo nos sonríen, algunas madres no retienen las lágrimas, los hombres tienen mochilas pesadas, sacos de dormir para afrontar el camino a la frontera. Cincuenta kilómetros y pronto será de noche. Ayer nevó, el frío es punzante. Están felices de irse a pesar de tener que cruzar toda Bosnia, el «game» (juego), la feroz Policía croata.

Sabina está exhausta, “llevo cinco años así, todos los días….. ¿qué más puedo hacer?”.

Con su hija, su hermano, una vecina y un par de amigos desde 2017 reciben a las personas en tránsito, les dan techo y comida caliente en la sede de su asociación: Bona Fide. Le pedimos repetir varias veces el número de personas que han acogido, porque no parece cierto: “hemos grabado 12.500 pasajes, documentados, con fotos que guardamos celosamente porque son todas historias bonitas, pero seguro que hemos ayudado a muchas más personas».

En Pljevlja no existen grandes organizaciones, pero el trabajo de esta extraordinaria mujer, su familia, sus amistades no se detiene a pesar de los muchos episodios violentos que han hecho de todo para sacarla de la rutina diaria. Le pedimos que venga con nosotras a Trieste, necesita recuperar  fuerzas  y escaparse  unos días. En Pljevlja ella es una presencia indispensable, sabemos que, junto a muchos otros, no dejaremos de ayudarla.

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Sabina y Vesna están muy apegadas a la historia de su país. A la antigua Yugoslavia, a Montenegro. A la historia partidista. No es posible pasar por estos parajes sin llevar un ramo de flores al monumento a la «División Partisana Italiana Garibaldi”.

Aquí, el 2 de diciembre de 1943, se formó la División Garibaldi que combatió encuadrada en el Ejército Popular de Liberación de Yugoslavia». El recuerdo de la visita de Sandro Pertini sigue vivo, incluso para ellos y ellas es «el Presidente».

Todavía escuchamos de las voces de Vesna y Sabina fragmentos de la historia reciente de este país que hunde aquí sus raíces y que recoge el drama de la guerra civil de los 90 en torno al centro del país, la mina, y el aserradero abandonado.

Empezamos a sentir el frío, Sabina, Vesna y Žarko (nuestro conductor que descubrimos tiene una abuela partidaria) empiezan a cantar.

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Pljevlja, Montenegro. El nutrido grupo de personas afganas que conocimos por la tarde no tiene intención de pasar la noche en casa de Sabina di Bona Fide. Su felicidad es desarmante, quién sabe lo que les han dicho. No pueden esperar para ponerse en camino , se van cuando oscurece. Al día siguiente, temprano en la mañana, tomamos la carretera que nos lleva a la República Serbia de Bosnia y Herzegovina, casi paralela al camino que ellos también habrán recorrido. Tras más de cincuenta kilómetros, en la nieve, mucha nieve y dos puestos fronterizos para cruzar en Granični Prelaz Metaljka, descendemos hacia el valle de Drina en Čajniče y finalmente a Goražde.

Sin rastro del grupo afgano, encontramos a otros cuatro iraníes justo antes de la frontera pero no los han visto. Son jóvenes, fuertes y decididos.

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Goražde. Un encuentro que marca el camino.

Tenía 27 años cuando dijo «No puedo creerlo, no habrá guerra». Nadie podía creerlo. En la noche, unas horas más tarde, comenzó el sitio de su ciudad, Goražde.

[…] Goražde estaba en mal estado. La mayoría de los edificios habían sido arrasados ​​durante la limpieza étnica y los pocos que quedaban estaban llenos de agujeros de bala. Prácticamente no había cristales intactos en las ventanas, no había electricidad y las escuelas a menudo tenían que permanecer cerradas porque los francotiradores serbios disparaban contra los niños musulmanes en la entrada de la escuela. Dado que casi todos los hombres habían sido asesinados, en la ciudad había básicamente mujeres, niñas y niños, aterrorizados por sus vidas. La mayoría estaban enfermos. Vivían con raciones escasas y parecían desnutridos, con las mejillas amarillas y hundidas. Francamente, se sentía como Auschwitz, en el umbral del Holocausto […]

Otra ciudad mártir como Visegrad, Zepa y Srebrenica.

Hoy Esma Drkenda es la coordinadora de Seka, UŽ SEKA Goražde Center for Education, Therapy and Democratic Development. Con ella, otras mujeres extraordinarias nos cuentan el pasado con una mirada atenta y preocupada hacia el futuro. Las guerras dejan daños incalculables, incurables, harán falta generaciones para calmar todo el dolor sembrado. Su trabajo diario va en la dirección de recomponer estas fracturas.

Mientras tanto Mirsad Tokača nos presenta una poderosa obra “El libro bosnio de los muertos”. Cuatro tomos en los que se recogen los datos de la guerra de los 90.

El recuerdo del genocidio parece desviarnos de nuestras rutas habituales; luego pensamos en Libia, en las mujeres violadas, en los muertos y desaparecidos en el Mediterráneo, en los niños arrancados de la infancia, en los ojos (entre muchos, los últimos) que nos miraban en el parque de Pljevlja antes de partir hacia el frente/frontera y entendemos que esto también es una guerra, cotidiana, quizás de baja intensidad solo para quienes no quieren ver.

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“En el nombre del padre”

Sarajevo

Estamos  en la sede de la Fundación Cure, Fondacija Cure/CURE Foundation, una organización feminista de activistas que trabajan por la igualdad de género apoyando el cambio social a través de programas educativos, artístico-culturales y de investigación.

Aquí escuchamos a Ajna Jusić, quien lidera la asociación de niños olvidados de la guerra  Zaboravljena djeca rata / Forgotten Children of War Association, nacidos de las violaciones cometidas durante el conflicto con Serbia por soldados enemigos y «cascos azules».

“Mi madre tenía 22 años cuando nací, nacimos y nos criaron mujeres heroínas de aquellos tiempos… en la escuela me preguntaban quién era mi padre y yo no lo sabía… lo he entendido  todo a los 15 años… y que mi padre no será sentenciado, no lo veré tras las rejas».

“El estigma, una violencia emocional continúa, porque hasta para hacer los documentos se necesita el nombre del padre… el estado patriarcal no se responsabiliza de nuestra vida, los violadores están libres, no hay juicios  ni condenas”.

“En la guerra hubo más de 50.000 violaciones y se han denunciado muy pocos casos. En la sociedad bosnia somos considerados como hijos de los enemigos, muchas madres ocultan su identidad y esto lastra nuestra historia”.

«Solo el arte y la cultura podrán salvarnos, ha pasado un tiempo y ya es hora de dejar de repetir nuestra historia».

Durante años, Ajna y el resto de la asociación se han dedicado al arte y al teatro: «En el nombre del padre» se presentó como estreno mundial en el Teatro Nacional de Tuzla en 2019.

Qué decir: ¡Ajna, tú, las demás y los demás sois hermosas flores!

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Sarajevo, Compass 071

Inés e Irma nos reciben en una pequeña estancia en la planta baja de una calle de las afueras de Sarajevo. Un par de inmigrantes entran y salen a darse una ducha, a cargar la lavadora.

Inmediatamente nos sentimos como en casa, el suyo es un lugar para personas en tránsito, no pueden proporcionar una cama porque serían perseguidos inmediatamente por la policía, que actúa con dureza y no deja respirar a los pobres en tránsito.

Hablan con Sabina Talovic, la conocen, muchas de las personas con las que se cruzan han pasado por Montenegro y hasta su casa, 130 kilómetros al sur. Con Inés e Irma hablamos de rutas, hay nuevas en la Dalmacia que se activan con la llegada de la primavera, datos que mantenemos confidenciales pero que dan cuenta de un sistema imparable de vasos comunicantes. Distribuyen artículos de primera necesidad, zapatos y ropa de abrigo y sonreímos amargamente juntos cuando nos cuentan la vez que la OIM llegó con ayuda a estos pequeños lugares: «Se encontraron con personas migrantes que ya tenían botas de invierno, los trabajadores de OIM tenían  que asignar un cierto número de botas a un cierto número de personas, así lo hicieron y se las entregaron. Incrédula la gente en tránsito recogió las botas y nos las dejaron para otras personas que llegarían”. “Somos otra cosa, cuidamos las relaciones, que se adecuan a cada persona”. La oración y el Ramadán comienzan en su pequeño espacio, y debemos despedirnos.

Desde aquí hasta Bihac hay otros 300 kilómetros, luego el “Game ”, la Policía Croata y otros 230 kilómetros para llegar a Trieste. Un crimen de lesa humanidad, una guerra que ya pasó desapercibida y ahora ya no existe. Estos lugares, las personas reunidas en esta caravana nos hablan inequívocamente. Un salto atrás en la historia de los Balcanes, a la guerra de los 90, es un juego de espejos que se repite cada día en las imágenes de los informativos. Pesadillas que escuchamos aflorar en cada lugar, en cada persona y sobre todo cuando hablamos de la nueva guerra en Europa. Estamos en manos de delincuentes, inescrupulosos que nos usan a todos como carne de cañón.

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En Trieste, la etapa final de la Caravana, donde la gente en el camino se encuentra y se cuenta.

Diab se sienta en un banco en la plaza de la estación. Es pequeño, con las facciones delicadas de un niño a pesar de sus 25 años y la mirada perdida. Como todos los jóvenes que llegan de la ruta, lleva en el cuerpo las marcas dejadas por la violencia de los rechazos, los pies destrozados por interminables horas de caminar. Habla en un susurro, en un bosnio fluido porque vivió durante casi 5 años en Bosnia después de huir de Damasco en la guerra. En Bosnia se preparó para continuar su viaje, moviéndose por varias ciudades y fue ayudado y acogido durante mucho tiempo por una señora de Sarajevo. Reconoció una inscripción en su idioma adoptado, en la botella de agua de Sabina, un fragmento de familiaridad en Trieste, la ciudad desconocida a la que acaba de llegar.

Intentó 20 veces el «game» (juego) antes de poder entrar en Italia pero, pese a estar agotado, quiere ir directo a Holanda.

Sabina Talovic, activista de Bona Fide y Mujeres de Negro, que dejó Pljevlja hace unos días para unirse a la Caravana, finalmente ha encontrado su lugar entre los chavales que llegan a  la plaza de Trieste. Aquí se siente como en casa. Escucha la historia de Diab, lo insta con preguntas a entender cómo ayudarlo, le pasa los contactos de los muchos sirios que han pasado por su casa montenegrina para darle consejos y apoyo.

Lorena Fornasir y su carrito verde están un poco más allá, en el banco de al lado. Elegante y totalmente centrada en  los chicos, en su colorido vestuario dispensa sonrisas y pomadas, gasas y dulzuras, los gestos y la mirada que acarician.

No podrían ser más diferentes estas dos activistas que, una al principio y otra al final de la ruta, ofrecen cariño y calidez a las personas en movimiento, como se llama a los migrantes en los Balcanes. Sabina vestida de negro, ojos oscuros, tierna e impetuosa, marcada por años de lucha y resistencia airada y obstinada a las reglas patriarcales, a la guerra de los 90, a las amenazas de los nacionalistas pro serbios. Lorena, recién absuelta de acusaciones calumniosas, viste con colores vivos, ojos azules y dulce serenidad. Verlas  juntas en esta plaza junto a Diab y otros chicos es un pequeño milagro, una fuerte emoción al final de nuestro viaje. Es como cerrar el círculo.

Así ha llegado a su fin la pequeña Caravana Balcánica , con algunos cambios de programa. Hemos cruzado 5 fronteras, donde hace solo unas décadas había dos. Hemos experimentado de primera mano la violencia sistémica de la línea del color, la de la piel pero también la del color del pasaporte. Seguimos el hilo que une la memoria de dos guerras, la Segunda Guerra Mundial y la de los 90, tocando de primera mano la devastación y las huellas permanentes pero a veces invisibles que han dejado. Hemos sido testigos de otra guerra, permanente y tácita, librada en la piel de los migrantes. Hemos escuchado las voces de mujeres que narran la otra cara de la guerra, la de la paz, la convivencia y el diálogo. Nos hemos encontrado con las voces de periodistas disidentes que se opusieron a los nacionalismos y a la guerra en los años 90 y que continúan denunciando la connivencia, la corrupción y los nacionalismos bélicos en ascenso nuevamente. Hemos conocido mujeres valientes capaces de sanar las heridas del cuerpo y del alma impulsadas por un sentido de justicia y una fuerza que sabe transformar y restaurar a la humanidad. La pita preparada por las manos de las mujeres de la asociación de Sabina y el carro verde de Lorena: dos cuidados complementarios que se convierten en actos políticos en distintos lugares geográficos.

Esta noche de Trieste es la última para caravaneras y caravaneros. Diab, compañero de viaje por una noche, también dormirá en un lugar seguro, cálido y con un techo sobre su cabeza esta noche antes de reanudar su largo viaje de obstáculos a Holanda.

Por Carovane Migranti. 9-17 abril 2022