Mucho se oye últimamente hablar de Barrio Chino y Melilla. Barrio Chino es uno de los pueblos al otro lado de la valla, que casi se puede tocar con la mano. Ahí está uno de los pasos fronterizos, sólo peatonal, para las personas de la zona que se cerró con la pandemia. Ahora aunque la frontera está abierta, no es del todo cierto. Está
abierta sólo para nosotras. Una más de discriminación y racismo.
Por el paso de Barrio Chino se realizaba el porteo, oficialmente llamado comercio atípico. La mayoría mujeres pobres marroquíes, porteaban a sus espaldas fardos con cargas mucho mayores que su propio peso llevando mercancía de Melilla hacia Marruecos. Si la mercancía no tocaba suelo no pagaba impuestos. El comerciante que las cargaba como burras aquí, recogía la carga allí, y las mujeres corrían para poder hacer el máximo de viajes posibles al día pues con eso mantenían a su familia. Carreras por la necesidad.
La explanada de Barrio Chino es infame y era infame, la entrada al paso de la frontera era cuesta arriba. A pleno sol, sin posibilidad de sombra. Sin un baño disponible. Rodeadas de policía española «ordenando» la fila con los métodos que consideraran necesarios. No había
quejas. El hambre aprieta. Decían que podían ganar mejor que en cualquier otro trabajo en Marruecos. Allí el sueldo mínimo mensual es de 200 euros, con jornadas laborales interminables.
Aquello era inhumano.
La explanada recuerda, todavía hoy en día, a los puestos de las ferias de ganado. Hace apenas dos años de lunes a jueves.
Ese era el paso. Los carteles dicen por donde debían de pasar incluso las sillas de ruedas.
Personas inválidas también porteaban. Inhumano pero legal. Hay mucho de eso hoy en día no?
Lo ocurrido en este mismo lugar el 24 de junio va camino de lo mismo, inhumano pero legal.
Casi cada día me acerco a ese lugar intentando rescatar algo que me cuente lo que ocurrió, lo que sufrieron, algo que me sirva para rescatar retazos de la dignidad de los cientos o miles de personas que entre esas marañas metálicas instaladas por otras personas, han soñado, han
imaginado un futuro mejor, y se han arriesgado para conseguirlo, porque, no lo olvidemos, son nuestras leyes , inhumanas pero legales, las que los obligan a intentarlo.
Nada, nada allí recuerda lo que ocurrió el 24 J. Los carteles del lado español nos
siguen recordando el sufrimiento de las porteadoras. Pero nada nada recuerda lo que ocurrió el veinticuatro de junio.
Ayer rescaté atisbos de humanidad o casi mejor dicho atisbos de vida. Un antiguo y
majestuoso olivo es fiel testigo de todo lo ocurrido. Siempre ahí. Se me ocurre declararlo testigo oficial. Mientras pensaba en ello se acercó un gato. Alguien, cada día, lo alimenta a pie de valla. Se acercó a su plato. Sabía dónde. Y allí estaba su comida en el propio paso. Comió, se estiró buen y se fue .
Y también observé gaviotas, palomas y garcillas, que como decía el padre de Binta, tienen mucha suerte, pues pueden aprovechar lo mejor de cada lado de las fronteras.
(Os animo a ver el corto «Binta y la gran idea». Tal vez su padre nos dé una solución.)
https://youtu.be/meLXFLl1FE8