Marta Abiega

Marta Abiega – Activista de Ongi etorri Errefuxiatuak

Mujeres del Mundo/Munduko emakumeak – Marzo 2018

 

Mucha gente pequeña en lugares pequeños haciendo cosas pequeñas, podemos cambiar el mundo. Eduardo Galeano

Dice Mikelon que en el proyecto de acogida de Artea han tenido mucha suerte porque la gente que ha decidido quedarse en él es encantadora, pero yo sé que no ha sido suerte, yo sé que Malu y él atraen a gente encantadora y la receta es relativamente sencilla, a pesar de que no son tantas las personas que se animan a ponerla en práctica. A mi juicio la receta lleva mucho cariño, mucha comprensión hacia las situaciones que les ha tocado vivir, no juzgarlas desde nuestros parámetros etnocentristas, poner en el centro de la vida los cuidados y sustituir la sospecha por la solidaridad, como decía Bauman. Y así, con esta receta y aplicando una buena dosis de estos ingredientes, surgió este increíble proyecto de acogida que es Arteako Benta. Personas que fueron arrancadas de sus territorios por distintas razones y cuya deriva les ha llevado a varar en este reducto de dignidad y justicia que hace pensar que otro mundo es posible.
Conocí a Mikelon hace dos años en la primera caravana “Abriendo Fronteras” que nos llevó a los campos de concentración griegos en la llamada crisis de las personas refugiadas que no acaba.
Hoy, dos años después, considero que esta denominación es, desgraciadamente, bastante descriptiva de la situación que se mantiene en aquellos campos de desesperanza y frustración. De Mikelon aprendí muchas cosas, pero la que con más nitidez recuerdo, es que hay que cuidar la cadena de afectos. Y en esos cuidados unicamente hemos de ver personas a las que cuidar y personas que nos cuiden. Así de sencillo. Aunque parezca mentira, los derechos humanos nos son inherentes de manera incondicional. Y a menudo repito que todas queremos ser además de guapas por fuera -ya se encarga el sistema de repetírnoslo como un mantra-, guapas por dentro, y que si no siempre lo conseguimos, es debido a múltiples factores en nuestro desarrollo, como por ejemplo, que no nos enseñaron a gestionar algo muy importante que se llama “nuestras emociones”. La última vez que viajé en bicicleta a ese bello país que es Marruecos, cerca de Ben Slimane -un pueblo que siempre llevaré en mi corazón- me picó una avispa y me produjo una reacción alérgica. Tenían que inyectarme cortisona durante cuatro días, no podía seguir pedaleando y no había alojamiento. Hamada, un saharaui casado con Habiba, marroquí y joven madre de un hijo, una hija y embarazada del tercero, nos acogieron en su casa durante esos cuatro días. Fue una bonita experiencia. De esa relación Maryan y Amin aprendieron Baztango esku-dantza y nosotras a hacer couscous. A pesar de sus estrictas reglas con el alcohol, el último día nos llevaron dos cervezas para acompañar una exquisita cena. Habiba me daba masajes para que bajara la inflamación y al atardecer salíamos juntas a pasear con Maryan y Amin y les comprábamos helados, fruta y pipas. Les poníamos la tienda de campaña en la habitación y les gustaba tanto que querían hacer todo dentro del pequeño iglú. Esa tienda fue la misma que posteriormente dejamos en el campamento “No Borders” de Thesalonika en Grecia para que cobijara a personas que la necesitaran ¡Qué distintos sueños la habitaron! Los nuestros, los de la niña y el niño y los de las personas refugiadas. Los nuestros eran sueños de pasado y futuro, los de la niña y el niño de futuro, y a las personas refugiadas, simplemente les habían robado los sueños, ya no los tenían o los tenían caducados. Es una más de las muchas historias de acogida que podría contar de mis viajes en bicicleta.

Ahora Artea acoge y así demuestra que la interculturalidad, la solidaridad y la acogida son posibles si nosotras lo deseamos. Nosotras también debemos hacerlo, porque así le demostraremos a nuestras instituciones que, efectivamente, somos territorio de acogida al margen de cupos que deshumanizan y porque, de la suma de todos esos pequeños grandes proyectos de solidaridad, vendrá el cambio del mundo y seguro que nos sentiremos orgullosas de haber sido parte de él. Ven a conocerlo, disfruta de la calidez de su proyecto de acogida y de paso, de la calidad de su gastronomía.