El pasado cinco de mayo miles de personas nos reunimos en Durango (Bizkaia), con un doble motivo: denunciar la barbarie silenciosa que se va asentando en Europa, por un lado, y expresar un encuentro entre iguales, sin importar la raza, el país de origen, la situación administrativa o si tienen o no “papeles”, por el otro. En todo momento estuvo presente la denuncia radical de las causas que provocan los desplazamientos forzados, así como la solidaridad como expresión de encuentro y reivindicación.

Es pronto para hacer un balance de lo ocurrido el pasado 5 de mayo, dada su dimensión, escala y proyección internacional. No obstante, aquí van algunas reflexiones que confiemos ayuden a fortalecer nuestras estrategias de lucha de cara al futuro.

Un primer elemento a tener en consideración es el carácter novedoso de la movilización. Hemos intentado superar las clásicas maneras de “manifestarnos” en nuestra tierra, y hemos conseguido enlazar la firmeza de la denuncia con la emoción y la construcción de simbología propia. En definitiva, un nuevo punto de encuentro entre formas históricas de hacer y espacios para mostrar nuestros sentimientos y nuestra solidaridad.

Bajo esta premisa, pusimos en marcha 8 columnas que atravesaron el pueblo de Durango acompañadas de dos voces que leían los nombres de las 35.000 personas asesinadas en el Mediterráneo en las últimas décadas. La música, el silencio, la solemnidad, el caminar con las manos entrelazadas, el abrazo inicial entre una mujer vasco-palestina y una superviviente del bombardeo franquista de Durango, etc. conformaron un conjunto de actos y símbolos, un todo, difícil de precisar en palabras, pero lleno de radicalidad y de solidaridad entre iguales.

Las diferentes columnas representaban la conjunción de causas que provocan los desplazamientos forzados, así como los quehaceres cotidianos de los movimientos sociales: feminista; ecologista-baserritarra; pensionista; cultura y euskera; sindicalista; antimilitarista; Euskal Herria tierra de acogida.

Y una última columna sobre la memoria de las personas desaparecidas en el Mediterráneo, en el desierto del Sahara, etc., encabezada por 30 compañeros y compañeras con el rostro tapado, que representaban un grito silencioso por el reconocimiento de las miles de personas desaparecidas. Explicitaban el dolor de quienes han perdido a sus seres queridos -sin registro alguno y sin posibilidad de despedirles con dignidad- y que no encuentran amparo efectivo de ningún tipo. Ni memoria, ni verdad, ni justicia, ni reparación.

De este modo, el mensaje que trasladaron es que no podemos olvidar el dolor emocional y la destrucción en vida de millones de personas cuyo único delito es intentar sobrevivir. ¿Cómo se puede evaluar tanto sufrimiento? Cuando perdemos a un ser querido, a uno solo, sentimos que el tiempo y el espacio alcanzan otra magnitud, por eso no queremos que los datos y los análisis empañen -en ningún caso- la verdadera dimensión de lo que pretendíamos representar en esta columna. Ponerles rostro y voz a esas personas debe ser primordial en todo acto de solidaridad y de denuncia.

Por eso les recordamos en silencio y nos cogimos de las manos gentes de todo lugar y condición, como gesto que refleja lo que nos une y no lo que nos diferencia. También, como forma de construir simbólicamente alianzas desde abajo y por las de abajo, que nos permitan enfrentarnos al crecimiento de las ideas neofascistas.

En segundo término, destacaríamos que quienes hablaron en nombre de las diferentes columnas fueron mayoritariamente mujeres. Sus discursos combinaron la radicalidad de la denuncia con la emoción de sus palabras, y su abrazo fue el preludio del abrazo colectivo posterior. Además, la presencia del euskera fue natural y muy contundente a lo largo del desarrollo de todo el acto. Estos dos hechos fueron fruto de la construcción colectiva del acto de Durango. Ni más, ni menos.

Tercera reflexión: las miles de personas que se acercamos a Durango el 5M demuestran la capacidad de movilización y el músculo activista que sigue vivo en estas tierras. Entre estas cinco mil personas fueron muchas las migrantes llegadas de diferentes pueblos de Euskal Herria, lo que nos permite profundizar en la idea de solidaridad horizontal y en el encuentro entre iguales. Llegaron de Artea, Arrigorriaga, Bermeo, Gernika y de otros pueblos y barrios de Euskal Herria, donde la solidaridad se ha transformado en proyectos concretos de construcción de comunidad y de vida cotidiana contra el racismo y la xenofobia. Como señala Yayo Herrero, se trata de aprovechar el trabajo de los movimientos sociales pueblo a pueblo, barrio a barrio, que cada día pone la base empírica capaz de transformar diferentes experiencias en políticas públicas.

En esta línea, fue muy significativa la variedad y mezcla de edades y generaciones, lo que resulta especialmente llamativo, además de muy esperanzador para quienes pensamos que esta es una carrera de muy largo recorrido. También recordamos la necesidad de transitar de la “tranquilidad de las conciencias” hacia la “toma de conciencia”, desbrozando nuevos caminos para que quien se acerca a la solidaridad por compasión transite hacia la solidad por justicia.

Otra reflexión significativa, la cuarta: el carácter autogestionado y autofinanciado del acto. La gente y las organizaciones sociales han sido las únicas protagonistas de lo ocurrido en Durango. Además, la horizontalidad en la toma de decisiones, el consenso y el carácter deliberativo de todas y cada una de las actividades es una seña de identidad muy reseñable.

En quinto y último lugar, destacamos la lógica de proceso y su escala internacional: la abrazada de los pueblos, las personas y los derechos humanos no es un hecho aislado, forma parte de una red de movilizaciones de carácter internacional y en el seno del Estado Español. Más de 35 ciudades y más de 250 organizaciones forman parte de la articulación de múltiples abrazos a lo largo del continente europeo.

Todo ello en el marco de unos contenidos expresados en el manifiesto que han guiado la campaña y que se centran en dos ideas-fuerza: el combate contra el neofascismo y la defensa de los derechos de las personas migrantes y refugiadas.

¿Por qué movilizarnos contra el neofascismo? Porque creemos que en la coyuntura europea nos encontramos ante un escenario donde el autoritarismo extremo de los gobiernos europeos y de las instituciones comunitarias está dando paso a un nuevo espacio neofascista donde poco a poco se van consolidando hechos que dinamitan los derechos humanos y la vida misma.

Vemos con estupor como se instala la necropolítica, es decir, dejar morir a miles de personas inocentes, racializadas y pobres; las prácticas racistas; las deportaciones en masa; los tratamientos excepcionales a determinados colectivos; la fragmentación de derechos según categorías de personas; la criminalización de la solidaridad y de la pobreza; la persecución de la disidencia; el agravamiento de las prácticas coloniales; las agresiones sexuales y crímenes machistas; las expropiaciones colectivas por medio del pago de la deuda externa; las expulsiones de millones de personas donde el nivel del mar se está, literalmente, “comiendo” la tierra habitada o donde las empresas transnacionales amputan sus recursos naturales etc. Todas estas prácticas se convierten en regla y no en excepción.

Además, no podemos olvidar que el racismo ha formado parte de las políticas coloniales históricamente, y que estas políticas han regulado la distribución de la muerte y han hecho posible lo que Mbembe denomina la larga noche del mundo africano postcolonial. Así, en numerosos países se están apuntalando las bases programáticas de la xenofobia, mediante la construcción de restricciones manifiestas respecto a quien pertenece a la comunidad nacional y quien no, lo que provoca la exclusión legal del “extranjero pobre”.

En el momento de escribir estas líneas aparece una doble noticia: por un lado, mueren más de setenta personas en el naufragio de una patera frente a la costa de Túnez. Por el otro, el barco Mare Jonio de la plataforma humanitaria Mediterráneo Saving Humans ha desembarcado 30 personas rescatadas este jueves en suelo italiano. La Guardia de Finanzas ha incautado el buque humanitario.

¿Cómo tipificamos estos hechos? ¿Cómo calificar el plan del gobierno español de enero 2019, que contempla evitar el patrullaje activo de Salvamento Marítimo en las costas mediterráneas e impedir que zarpen los barcos de ONG dedicados al rescate? A partir de ahí, el gobierno delega su responsabilidad en Marruecos, Libia y en Salvini. Ha decidido quién es fácilmente sustituible y quién no. Las personas migrantes «irregulares» no resultan rentables ni electoral, ni políticamente. Este plan es, sin duda, una práctica neofascista.

Los gobiernos y las instituciones no sólo están eliminando y suspendiendo derechos, también los están reconfigurando y decidiendo quienes son sujetos de derecho y quienes quedan fuera de la categoría de seres humanos. Eso provoca una nueva etapa en la destrucción del sistema internacional de los derechos humanos. Y todo ello tiene una profunda conexión con la lógica colonial y racista de diferentes derechos para diferentes categorías de personas. En esta línea, la frontera expulsa y filtra migrantes dando lugar a la guerra entre pobres, a limbos jurídicos, laberintos burocráticos, mercados clandestinos de visados versus recuperación de la categoría de ser humano y espacios de no derecho.

Parece que los valores de los años 30 han resucitado, y la teoría nazi de Goebbels de proteger a los humanos de los infrahumanos regresa con toda su fuerza, de la mano de regímenes formalmente democráticos y bajo la estela de un nuevo neofascismo.

En Durango hemos construido un nuevo eslabón en la articulación de redes locales, estatales y europeas en la defensa de los derechos de las personas migrantes y contra el neofascismo. Nos esperan nuevas iniciativas, y de entrada, el próximo verano denunciaremos la cumbre del G7 en Euskal Herria. A su vez, la Caravana Abriendo Fronteras volverá a emprender su ruta de denuncia y solidaridad. Durango demuestra que, pese a la asimetría de la lucha, nos estamos preparando para defender la vida de manera radical.

Juan Hernández Zubizarreta.

Ongi Etorri Errefuxiatuak y OMAL (Observatorio de Multinacionales en América Latina)