En 2018, Médicos Sin Fronteras publicaba un informe demoledor sobre la salud mental de las personas que vivían en el campo de concentración de Moria. Pasados dos años, y tras el incendio del infame campo y el encierro de todas estas personas en un nuevo ‘campamento provisional’, un Moria 2.0, no han mejorado las cosas. El equipo de esta ONG ha dado la voz de alarma de nuevo. Desde la construcción de esta nueva prisión han observado síntomas alarmantes. A destacar, por lo negativo, que 49 menores han sido atendidas por intentos de suicidio este año que ahora termina.

Thanasis Chirvatidis, psicólogo infantil en Lesbos, declara: ‘seguimos viendo desesperanza, desesperación, síntomas de depresión y algunos casos extremos de psicosis reactiva, autolesiones e ideas suicidas’. ‘Los peores casos que vemos son aquellos que quieren estar aislados o expresar el deseo de terminar con sus vidas. Quieren estar en la tienda todo el tiempo, no quieren socializar y realmente quieren morir para detener el dolor’.

Un simple ejemplo, que nos cuenta Franziska Grillmeier, periodista afincada en Lesbos desde hace un par de años: un pequeño de 10 años, cuya tienda de campaña está a escasos 10 metros de la orilla del mar, declara ‘Me desperté una mañana y vi que no estaba con la misma ropa que cuando me dormí. Le pregunté a mi padre por qué me cambió de ropa. Me dijo que me tiré al mar esa noche. Yo no le creí. Me desperté unos días después, mi ropa estaba mojada. Mi padre me dijo que volví al mar. Me asusté. Me desperté otra noche y vi que mi padre había atado su mano a la mía‘.

‘Cada vez son más los niños que sufren sonambulismo, ataques de pánico, pesadillas, eneuresis o miedo a quedarse solos en la tienda’. ‘Ni siquiera en Moria hemos experimentado problemas de salud mental en la misma medida que ahora’, termina diciendo Thanasis Chirvatidis.

El estado de asilo no resuelto y el temor a una deportación también ayuda en las incertidumbres que ensombrecen sus mentes. Pero los traumas vividos no se solucionan con solamente arreglar unos papeles que ansían.

Andreas Krüger, psiquiátra y psicólogo, trata a quienes han logrado salir de Lesbos y se encuentran ya en Hannover, Alemania. Habla de menores que están traumatizados varias veces, que han experimentado más de una cosa mala; han visto matanzas en las guerras, han sentido miedo cruzando el Egeo en una pequeña balsa, se han incendiado las tiendas en las que vivían en Moria; niños y niñas torturadas, victimas de abuso sexual… que han visto y vivido atrocidades y que sus cuerpos han cambiado al ‘en modo crisis‘, ‘un programa que se ejecuta y se ejecuta y se ejecuta, hasta que lo consigues apagar’, dice él. Cuenta como ejemplo el caso de un niño que cada vez que ve a alguien de uniforme se le paralizan las piernas y luego se desploma. ‘Es un recuerdo pictórico -dice- de una experiencia traumática; esa visión lo devuelve al lugar y el momento en que un ataque terrorista en su país mató a muchas personas. Se salvó entonces, pero las consecuencias del trauma son visibles aun hoy en día, en Alemania. Todavía no ha encontrado la paz‘.

 

El primer paso para que encuentren la paz que venían buscando, quizá sea que se les trate como personas y se les deje continuar su viaje, en vez de encerrarles en prisiones encubiertas y torturarles, al menos, psicológicamente.

 

SC Nátzab, Mytilini, Lesbos, 27-12-2020