Hoy nos alejamos un poco de la vida en el campo de concentración de Moria 2.0, esa prisión al aire libre que sustituyó al infame Moria. Abrimos un poquito la mira, para fijarnos en un grupo de personas que nunca lograrán el objetivo de llegar a vivir en paz y libertad en Europa. Y no porque hayan perecido, como varias otras miles de las que nuestras políticas son responsables, cruzando las aguas del mediterráneo o ya en sus costas -como en Tarajal-; tampoco porque se les haya impedido, con ilegales retrocesos -pushback-, la entrada a nuestro continente, como ha sucedido -y continúa sucediendo- en Grecia este último año con más de 9.000 personas.
Os cuento, brevemente, sobre un grupo de personas en movimiento a las que Europa ha traicionado y, en vez de verlas como supervivientes, ha metido en prisión como traficantes de seres humanos. Y no son pocas.
Quienes hemos estado en la costa recibiendo embarcaciones sabemos que tanto los guardacostas griegos, como la policía y los a-gentes de Frontex (también se lo vimos hacer a ACNUR-Grecia, en su momento), lo primero que hacen es intentar averiguar quién estaba manejando el dinghy en el que huían hacia Europa. Una vez averiguado esto, esa persona es separada del resto, y en vez de ir al campo de concentración de Moria, Vial, etc. a pudrirse mientras se procede a estudiar su proceso de petición de asilo o deportación, es detenida y encarcelada. Como podemos leer en el informe ‘Incarcerating the Marginalized’ de Deportation Monitoring Aegean, Aegean Migrant Solidarity y borderline-europe, se enfrentará más adelante a un juicio farsa de 10-20 minutos de duración, en el que va a ser acusada de entrada ilegal al país, tráfico de personas, poner en riesgo la vida de personas y desobediencia. Quizás se le acuse de todo ello o solamente de alguna de estas infracciones a la ley. Y en un juicio en el que con que solamente el policía, el guardacostas o el a-gente de Frontex diga que manejaba la barca (aunque ni fuera cierto ni le hubieran visto hacerlo) son condenadas a muchos años de cárcel y a miles de euros de multa.
Estas personas han sido traicionadas por sus países, que no les proveyeron de la paz y seguridad a los que están obligados; por las mafias, que les obligaron a tomar el timón de esa precaria embarcación sin informarles de las consecuencias de ese acto; y por Grecia y Europa, que aplica aviesa y torticeramente una legislación punitiva pensada para otra lucha.
Quienes tomaron la responsabilidad de llevar hasta la otra orilla a gente que también huía de las violencias de sus países (casi todas obligadas, aunque alguna de ellas lo hiciera por no poder pagar el precio que les pedían las mafias -ése era su billete de salvación-) tenían que estar en procesos de asilo, no en las prisiones griegas, en las que las condiciones de vida son casi inhumanas, con mucha violencia estructural y física, y sin derechos (a las prisiones griegas, como a las del estado español, la democracia no ha llegado todavía; los derechos ni siquiera se les supone a quienes las sufren: tienen que pelearlos duramente cada día de su condena).
Las sentencias promedio de estos juicios, combinando la acusación de tráfico de personas con cualquiera de las otras es de 48.65 años; a lo que se le añade una sanción económica promedio de 396.687,5 euros. Resultado por dejar atrás toda tu familia, todo lo que amas para salvar tu vida e intentar reconstruirla en Europa? Una casi cadena perpetua.
Digámoslo sin tapujos: Europa Fortaleza = criminales legales.
SC Nátzab, Grecia
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