Argazkia: Dabid Ekinklik argazkilariak

Autor: Pedro Ibarra Güell

Publicado en El Correo (22-feb-2021)

Parece que la situación de los emigrantes en Canarias -miles de emigrantes subsaharianos confinados en la isla- se ha solucionado. Como no hay conflictos -los emigrantes han dejado de quejarse (no faltaba más) y los grupos racistas de Canarias han dejado, de momento, de atacarles- el asunto se ha normalizado.  Por tanto el problema ya no existe

Resulta insoportable esta creciente práctica y cultura de la normalización. Hay que seguir denunciando lo que  ocurre en Canarias. Lo que implica y lo que va a suponer  en  el futuro. No resulta tolerable otorgar sello de normalidad a la vulneración sistemática de los derechos humanos.

Recordar los datos. Durante el año pasado, decenas de miles de emigrantes -los que sobrevivieron al naufragio y la muerte- entraron en Canarias. Marroquíes, malienses, guineanos, senegaleses, entre otros. Más del 20%, menores y mujeres. Hoy, en Canarias hay más de 2.700 niños provenientes de estos desembarcos. La situación de estos emigrantes es la de confinamiento y detención simultaneas. Están confinados en diferentes campamentos y, en la medida en que no pueden salir de los mismos y por supuesto mucho menos abandonar la Isla-para ellos hay frontera con España- están detenidos. No puede salir. No pueden ejercer su derecho a trasladarse, a irse a vivir al resto de España y Europa. El Gobierno es el responsable de esta situación de permanente confinamiento y de las lamentables condiciones de vida en las que están estos emigrantes.

Pero, además, hay otros grupos que están haciendo esta situación más dura todavía. El racismo ha mostrado su cara en Canarias. Se han dado manifestaciones y actos de violencia racistas contra los emigrantes en la Isla y en los centros de confinamiento, conocidos también como centros de “acogida”.

Lo que está ocurriendo en Canarias es un ejemplo más de lo que está ocurriendo en el mundo respecto a la cuestión de la migración.  De entrada no conviene olvidar quiénes son, en última instancia, los responsables de las crisis y miserias de los países de origen que obligan a emigrar. Las políticas económicas, financieras y hoy sanitarias lideradas por gobiernos y multinacionales del Norte agravan cada vez más la situación, siendo los causantes principales de esta necesidad de huir de sus tierras

Son los mismos países que hoy aplican la política de contención de migraciones tanto dentro como fuera del territorio europeo. Canarias es un caso más. En estos últimos 20 años estos espacios de contención crecen. Algunos son especialmente visibles. Lampedusa, Islas Griegas, regiones en el sur de Italia, Balcanes, Ceuta y Melilla, Marruecos, Egipto, etc.. El escenario común es el de cierre: Impedir la entrada, establecer confinamientos donde cada vez resulta más imposible sobrevivir y así obligarle a volver sus lugares de origen o directamente reenviarlos a sus países. El crecimiento de la emigración hacia Canarias se ha debido en esta línea al progresivo cierre de otros puntos de acceso así como las brutales condiciones de las rutas de acceso hacia las costas del norte de África. Ha resultado más fácil acceder a los migrantes subsaharianos y también los marroquíes a las costas frente a las Canarias.

Sin embargo, si el acceso a las costas frente a las Canarias ha sido más tolerable, no sólo la navegación con cientos de muertos, sino sobre todo el establecimiento de un espacio de cierre y confinamiento, ha reproducido en Canarias las imposibles condiciones de acceso a Europa.

Debe transformase la política migrante europea de la que Canarias es una expresión más. El gobierno español debe, por un lado, impulsar la transformación de esta política en las instituciones europeas correspondientes y, en última instancia, mientras no se logre, establecer mecanismos propios -los tiene- para lograr una creciente movilidad de estos emigrantes. Conviene recordarle al gobierno que la vulneración de derechos humanos no desaparece porque tenga un apoyo legal de instituciones europeas.

Además el racismo creciente  -y no sólo en Canarias- incrementa el desasosiego que produce esta injusta situación. Desde esta perspectiva, también las instituciones políticas deben establecer un combate sobre todo cultural  (pero no sólo) frente a este creciente racismo. Y no caer en la falacia de justificar su política de confinamiento, exclusión y expulsión de los emigrantes en base a un “apoyo popular”.

Apoyo popular es lo que necesitan hoy los inmigrantes Por eso hay que estar en apoyos y manifestaciones a favor de que puedan ejercer sus derechos al igual que todos  nosotros.