Son las 3 de la mañana en Lampedusa, hora en la que naufragó el 3 de octubre de 2013 un barco de migrantes, 267 personas muertas. Muchas personas en silencio nos juntamos en el memorial de hierro y madera dedicado a quienes se ahogan en el Mediterráneo intentando llegar a Europa. Los hierros llevan escritos cientos de nombres. En la pared se proyectan unas gaviotas volando y solo se oyen graznidos. Las madres tunecinas colocan con suavidad en el suelo la sábana en la que han bordado los nombres de sus muertos y de otros desaparecidos, hay reflexiones, danza y una trompeta que toca una melodía de silencio y muerte, jóvenes cantando y mujeres sentadas sobre la manta, también tejida por las madres, llorando. Las madres son la memoria viva que se enfrenta a las fronteras, son las guardianas de esta memoria. No son números, tienen nombre.
Son las 07:00 y acompañamos a las madres tunecinas. Les van a tomar muestras de ADN para posibles identificaciones. Saber de sus hijos….relatos difíciles de aceptar.
Ayer llegaron 349 personas, fueron llevadas rápidamente al hotspot, en mitad de la isla. Quizá hoy estén en un gran barco en mitad del mar, les vemos, pasando la cuarentena. Luego….
Hace mucho calor, la Puerta de Europa, que una vez restaurada hoy se inaugura de nuevo, convoca a decenas de personas que arrojan flores al mar, por cada sueño ahogado.
«Proteger a la gente, no a las fronteras».
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