Hoy hemos estado en el cementerio musulmán. Buscamos la tumba de un chaval que hace un año se ahogó justo al llegar aquí. Al estar la frontera cerrada muchos jóvenes marroquíes intentan llegar a nado a Melilla. Ahora, en teoría, la frontera está abierta pero sólo para nosotras, sólo para las personas que disponemos de un pasaporte rojo o de un pasaporte verde y tarjeta de residencia. Así que también ahora es casi la única manera de acceder a la ciudad. De la valla y el nuevo foso anexo qué decir.
Hace poco más de un año dos chicos salieron desde Beni N’zar. Son unas horas nadando, cinco o seis, pero son jóvenes. Algunos hacen la travesía con un traje de neopreno, otros no. Los dos chicos llegaron hasta esta costa, uno de ellos consiguió salir del agua, el otro no. Los amigos les esperaban aquí en la escollera y no pudieron hacer nada. Sólo llorar de rabia al ver como su amigo se ahogaba. Un remolino entre las rocas se lo tragó.
Ellos vieron exactamente el lugar en el que quedó, ellos sabían además qué bañador vestía, era un bañador muy bonito y colorido y muy especial pues había sido un regalo de su madre y sabían que lo traía puesto.
Fueron a la guardia civil pero nadie les hizo caso. Insistieron con tanto dolor y durante tanto tiempo que lograron que la guardia civil los acompañará hasta el lugar donde había quedado el cuerpo de su amigo, y sí allí estaba. Habían pasado ya unos días, pero rescataron el cuerpo en la zona que ellos describían.
La frontera estaba cerrada, no había manera de que la familia se acercara a Melilla y no había manera de que el cuerpo llegará a Marruecos. Tras unos meses, al final, el cuerpo fue enterrado en Melilla «Sin identificar». Para la juez el testimonio de los amigos, y la descripción del traje de baño no eran pruebas suficientes. «No vamos a identificar a una persona por un bañador y unas chanclas» dijo «No es protocolario».
Ninguna entidad oficial posibilitó la prueba de ADN y el acceso del ADN de algún familiar desde Marruecos. Aunque llevamos muchos años viéndo CSI en la TV, estas pruebas todavía no se aplican sistemáticamente en los casos de personas emigrantes ahogadas y de personas desaparecidas en el viaje migratorio. No existe a día de hoy un protocolo internacional que garantice la cadena de custodia de dichas pruebas entre diferentes países.
La familia hizo llegar a Melilla las fotos del chaval con el bañador el día que su madre se lo regaló. Con el mismo bañador que estuvo en los frigoríficos del cementerio mientras en el Palacio de justicia se decidía si todo eso podía ser una prueba concluyente o no para poderlo enterrar con su nombre y apellido. No fue suficiente.
Su padre no lo soportó y murió en ese tiempo. Y en el mes de enero lo enterraron ahí. Sin identificar. Tenía diecisiete años. El año pasado me conmovió mucho la historia, conocí al chaval que había venido con él hasta aquí, conocí a sus amigos y conocí online a la familia.
Hoy hemos hablado con Mohamed, el enterrador, para preparar una tumba digna, al menos tan digna como la de los que le rodean, con su nombre y apellido. Nosotras si les creemos. No es protocolario, cierto, pero el bañador y el doloroso testimonio de sus amigos nos resulta suficiente.
Descansa en paz, en esta tierra africana hacia la que hiciste tu último viaje.
Ana Elena Altuna, Ongi Etorri Errefuxiatuak
Leave A Comment