Aquí no hay intocables como en la India, pero sí invisibles. Los sin papeles de los sin papeles, las personas no empadronadas, no existen a ojos de la administración. Los ayuntamientos solo consideran vecinas y vecinos a quienes están incluidos en el padrón municipal.
Esa mujer a la que saluda cuando se cruza con ella en la escalera es su vecina, pero no existe para el ayuntamiento.
Ella vive con la familia de su hermano, le han prestado una habitación donde quedarse hasta que mejoren las cosas. En la casa en la que vive no se puede empadronar porque el contrato de alquiler de la vivienda no permite subarrendar habitaciones. Si se empadrona aparecería en el certificado colectivo de empadronamiento y la familia de su hermano perdería el contrato, algo que no pueden permitirse. Es difícil encontrar una casa para alquilar y sin nacionalidad española mucho más difícil. Esa mujer tiene que hacerse invisible.
La Encuesta de Población Inmigrante Extranjera 2018 (no se ha realizado la de 2022 como estaba previsto), del Departamento de Empleo y Políticas Sociales del Gobierno Vasco, en su informe de resultados concluye que apenas un 0,5% de las personas de origen extranjero residía en Euskadi sin estar empadronada.
Parecen pocas, pero tiene una explicación. Según la encuesta, de las más de 33 mil personas de Bolivia, Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay y Senegal no había ninguna sin empadronar. ¿No se habrán preguntado quienes publicaron estos resultados si no habría algún fallo en la recogida de los datos? Es de suponer que repasarían sus muestras ya que el propósito de la encuesta, según sus responsables, era: conocer los problemas y necesidades sociales de la población inmigrante de origen extranjero en la Comunidad Autónoma de Euskadi, en especial los relacionados con procesos de inserción social.
De las cerca de 39 mil personas originarias del Magreb solo 240 estaban sin empadronar según la encuesta. Debe ser que todas eran marroquíes, todas tenían el pasaporte caducado y todas fueron atendidas por la misma persona en la oficina de Ongi Etorri Errefuxiatuak de Bilbao. Esa amiga me ha confirmado que ella personalmente ha atendido, en los últimos seis meses, a 242 personas de Marruecos, no empadronadas, que necesitaban estarlo para realizar trámites en el consulado de su país en Bilbao.
Supongo que los resultados de la encuesta se explican porque una buena parte de la población no empadronada optó por ocultarse, por permanecer invisible. Las cláusulas de los contratos de alquiler de pisos y habitaciones llevan a estas personas a no dejar constancia de su existencia, por miedo a perder su alquiler, su trabajo como internas o para no perjudicar a terceras personas que las acogen en sus casas. Hay, con toda seguridad, muchas más personas no empadronadas de las que estimó la EPIE en 2018 y ya es tiempo de que los ayuntamientos tomen cartas en el asunto para facilitar el empadronamiento de personas sin vivienda o sin domicilio fijo.
Madrid y Barcelona han dado una respuesta a esta situación. Estos municipios han aprobado una normativa que permite el empadronamiento en la red de servicios sociales municipales, dirigida a ‘personas o unidades familiares, que, teniendo domicilio cierto, no pueden llevar a cabo el empadronamiento, como es el caso, por ejemplo, de que el titular del domicilio niegue la autorización para empadronarse en él. Se trata con ello de evitar que esta circunstancia exponga a la persona o a la familia a una situación de riesgo social’.
La II Estrategia Vasca contra la exclusión residencial grave, puesta en conocimiento del Consejo de Gobierno el 13 de febrero de 2024, recomienda, tímidamente, dar pasos en esta dirección al sugerir en sus directrices que se deben ‘simplificar y agilizar los procesos de empadronamiento para personas en situación de exclusión residencial grave.’ Digo tímidamente porque la recomendación, lejos de la solución aplicada en Madrid y Barcelona, no deja claro si se considera exclusión residencial grave el vivir con familiares o amigos de forma involuntaria y coyuntural o sin contrato de arrendamiento.
Los ayuntamientos deberían abrir esta puerta, la primera para la inclusión de estas personas en la sociedad que han elegido para vivir. Tampoco la sociedad deberíamos ser indiferentes a la invisibilidad de parte de nuestras vecinas.
En la novela de H.G. Wells ‘El Hombre Invisible’ el protagonista, el joven investigador Jack Griffin, logra hacerse invisible y acaba por volverse loco. Esperemos que nuestros invisibles vecinos tengan la oportunidad de hacerse visibles a tiempo de no perder la razón… y de votar en próximas elecciones.
Germán García Marroquín – Ongi Etorri Errefuxiatuak
Publicado en el diario El Correo 12/04/2024
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