Hace unos días me sorprendí pidiendo disculpas a un chico magrebí después de arrebatarle de las manos su móvil en una estación del metro de Bilbao. Tuve la sensación de que alguien me cogía el móvil del bolsillo y al girarme y ver al chico no dudé de que el móvil que llevaba en sus manos era el mío. Sin embargo, el móvil recién hurtado lucía en mis manos con un azul intenso mientras mi móvil oscuro permanecía intacto en el bolsillo. Pudo ser una estrategia, inteligente en cualquier caso, para poner en evidencia que no estaba cuidando mis pertenencias lo suficiente, seguramente porque no me va la vida en ello, pero me hizo reflexionar sobre el lugar en el que nos colocaba a cada cuál la situación en el plano de lo personal y de lo político, y en la condición paradójica de ser la parte responsable de pedir disculpas o ser parte merecedora de las mismas. Junto con Pedro Sánchez, o a pesar de él, todas nos hemos retirado a reflexionar un rato estos 5 días de impacto mediático sobre las consecuencias antidemocráticas de las campañas de bulos y acoso de la clase política heredera del franquismo contra los últimos gobiernos de coalición y contra personas con cargos políticos de partidos a la izquierda del PSOE e independentistas. Y no puedo dejar de reflexionar sobre la extensión de la campaña de bulos y acoso de las derechas contra las mujeres, feministas públicas o anónimas, o contra los chicos magrebíes y las personas migrantes. La gota que ha colmado el vaso del presidente del gobierno ha sido que su esposa Begoña Gómez ha sido cuestionada por su presunta relación profesional con empresas que recibieron ayudas públicas. Las personas migrantes son cuestionadas continuamente por arrebatarnos las ayudas públicas cuando en realidad son personas que viven y trabajan sin derechos en condiciones de explotación, esenciales pero invisibles; acusadas de llevarse los pisos de alquiler social cuando tienen serias dificultades para estar empadronadas y vivir bajo techo; criminalizadas y perseguidas por presuntos periodistas, por la policía en las calles, por la Ley de Extranjería, por la Ley Mordaza, por la Agencia Europea de Fronteras Frontex, por el recién estrenado Pacto Europeo de Migración y Asilo… Si apalear el muñeco de un presidente en Ferraz es inaceptable, ¿no es más inaceptable un presidente que permite que se violente hasta la muerte en las fronteras de Ceuta y Melilla?
La regeneración democrática solo será posible si los derechos y libertades son para todas las personas, incluidas las más de 500.000 personas migrantes que viven y trabajan en el estado español, excluidas de la muestra de las encuestas que recogen la intención de voto del último golpe de efecto mediático de la democracia, ya que no pueden ejercer su derecho al voto ni en las próximas elecciones catalanas ni en las europeas, pero que sí van a seguir muy de cerca el debate de la Iniciativa Legislativa Popular en el Congreso por su regularización administrativa y sus aspiraciones legítimas y democráticas a vivir en condiciones dignas. Junto a ellas esperamos que este Gobierno entienda la urgencia de acceder a derechos para poder también hacer frente a los ataques de la ultra derecha. Votar a favor de la regularización es también una oportunidad histórica.
Como dice John Reuwer, médico de urgencias jubilado de la Flotilla a Gaza, «cuando los gobiernos fracasan, ¡navegamos!». Unos en patera, otras en Flotillas y todas cada vez más en barcos de papel de periódico fake news.
Cristina García de Andoin Martín
Feminista en Ongi Etorri Eerrefuxiatuak y Caravana Abriendo Fronteras
Publicado en Naiz el 1 de mayo de 2024
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