Está claro que somos capaces, que podemos. En dos días, con un poco de miedo, otro poquito de solidaridad y otro tanto o mucho de manipulación de los medios de información y desinformación, se ha conseguido que toda la población se quede en sus casas casi sin rechistar. Es alucinante. Una unidad de acción como ésta no se había conseguido jamás en la historia. Ni apelando a las más grandes banderas ni a los más profundos ideales. Nunca. Dos días nos han sido suficiente para organizarnos y tomar una decisión prácticamente al unísono, y en años de crisis, de desahucios, de pobreza extrema, de asesinatos de mujeres y de suicidios, no hemos sido capaces de levantarnos, unirnos, y gritar a todas las mentes dormidas, manipuladas y cegadas que tenemos por encima y a nuestro alrededor: ¡BASTA YA!
Basta ya de este mundo estúpido, cruel e injusto que nos ha creado el capitalismo donde sólo prima el dinero, este mundo creado y manejado por unas pocas personas, unas miles quizás, que sólo quieren una sola cosa de nosotros y nosotras, que sigamos consumiendo y trabajando, trabajando y consumiendo. Sin parar. Nos dicen que el consumo es el que mueve la economía, que nos da trabajo, que beneficia a todo el mundo y lo triste es que lo creemos, a pies juntillas, sin discriminar, sin pensar qué tipo de consumo necesitamos, qué consecuencias tiene, qué sueldos genera y sobre todo, si lo necesitamos de verdad para ser felices. Nos hemos olvidado de la solidaridad, de la verdadera amistad, del disfrute de nuestros hijos e hijas, del placer de lo que no cuesta dinero, del placer de nuestro TIEMPO. Esta sociedad del consumo voraz nos está consumiendo.
Hay que parar, sí, pero para pensar, para reflexionar. No porque vaya a morir alguien cercano o nosotras mismas, hay que parar porque CADA DIA muere muchísima gente aquí y allá, por las guerras, por contaminación, por una desigualdad que ha convertido a los pobres en más pobres, por feminicidios, por desastres ecológicos y por accidentes laborales evitables. Da igual si les conoces o no, cada día están muriendo miles de personas por culpa de las decisiones que tomamos tú y yo y, sobre todo, por las que toman por nosotros.
Hay que pensar y expulsar de nuestras vidas todo lo que nos han dicho que era esencial y no, no lo es. Tenemos una oportunidad increíble para observar en toda su desnudez cuáles son las verdaderas necesidades. Mirad desde vuestras ventanas y balcones, hacia fuera y hacia dentro. MIRAD. Necesitamos investigadoras, médicos, celadoras, cuidadores. Necesitamos cuidarnos, la solidaridad. Necesitamos cantar y bailar. Necesitamos maestras, transportistas, fontaneros, campesinas. Necesitamos música, humoristas, cine, escritores y escritoras Necesitamos comida, luz, agua y un techo.
No es verdad que necesitemos armas o ejército. NO ES VERDAD. Por mucho que lo repitan cada vez que pueden. Ni siquiera para mantener un puñado de puestos de trabajo en una fábrica que podría estar fabricando placas solares o molinos eólicos; ni para mover colchones o controlar a una población responsable que mayoritariamente se ha quedado en sus casas aunque sea por puro miedo o egoísmo. No podemos permitir que esta situación totalmente excepcional que estamos viviendo, y que podría solventarse como lo harán otros países que no disponen de ejército, justifique y valide su necesidad para hoy y el futuro. Esta situación no puede servir para que nos acostumbremos a su lenguaje bélico, a sus puestas en escena. ¿De qué nos sirven sus armas ahora? Tenemos un presupuesto militar siete, ¡SIETE¡ veces superior al de sanidad . Y no se trata sólo de lo que invertimos en armas, se trata también de lo que exportamos. ¿Queremos ser responsables del sufrimiento y los desplazamientos causados por las guerras que se libran a unos miles de kilómetros de nuestra casa?
Por otro lado, la polución se cobra sólo en el Estado unas 10.000 vidas cada año. Nos mata de forma más discreta que el coronavirus pero nos está matando. Tan sólo 20 empresas, todas vinculadas a la extracción de gas y petróleo, son las responsables de la emisión al mundo de más de un tercio de todo el dióxido de carbono. Necesitamos con urgencia un transporte público de calidad que anime a dejar los coches en casa, no un AVE elitista que sólo utilizan un 4% de los que viajan en tren y en el que hemos gastado millones y millones de euros.
Para todo esto hay que presionar a los gobiernos, sin duda. Nuestra unidad a la hora de reclamar lo que son y no son necesidades esenciales tiene que ser férrea, indestructible. No podemos titubear ni dejarnos manipular en cuanto esto pase.
Pero también tenemos que cambiar a pequeña escala. También somos responsables de las pequeñas decisiones que tomamos en nuestras casas, en las pequeñas cosas. Tenemos que optar por bancos que no utilicen nuestro dinero para traficar con armas. Tenemos que viajar menos, utilizar más el transporte público, compartir coche. Hay que dejar de consumir CocaCola, Pepsi, Nestlé y Danone, las empresas más contaminantes del planeta, que deforestan, llenan nuestros mares de plásticos, acaban con las reservas de agua y desplazan a miles de personas. Hay que aprender a consumir la sidra que hace tu vecina, los yogures que fabrican en el pueblo de al lado y el aceite que te traen una vez al año desde Jaén. Hay que pensar y tomar decisiones. Esas decisiones importan. O comemos chocolate barato siempre que nos apetezca a costa de la explotación de miles de niños y niñas allí, al otro lado del planeta, o pensamos, reflexionamos, y decidimos pagarlo al precio que debería tener y comerlo una vez al mes. Así con todo.
Hay que cambiar. Hay que exigir y presionar, sin duda, pero también tomar decisiones que importan. Hay que elegir. Hay que pensar en la humanidad y en las personas. Y ES URGENTE.
Luisa Menendez y Carmen Gutierrez
Integrantes de Ongi Etorri Errefuxiatuak
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